Por Jorge Paredes

Es sorprendente mirar en retrospectiva mi propia vida y darme cuenta  las maravillas que Dios siempre está planeado para mí. Soy miembro del Movimiento de Vida Cristiana, nací en Perú y viví por muchos años en Miami, Florida.

En los años 90, el mundo no estaba tan conectado como lo está hoy en día. Las ciudades y los países parecían más distantes y viajar no era tan común. Cuando mi amigo Gustavo me animó a ir con él a la Jornada Mundial de la Juventud 1993 (JMJ) en Denver, la idea sonaba espectacular pero poco realista.

Viajar a Denver estaba fuera de mi presupuesto, al mismo tiempo, no podía resistirme a la idea de unirme a miles de jóvenes de todo el mundo junto al Papa Juan Pablo II para la JMJ 1993, por lo tanto nos tocó ser creativos para que el viaje se hiciera realidad. Para reducir gastos, decidimos manejar en lugar de volar, alquilamos una camioneta e invitamos a otros amigos a unirse a nosotros en nuestra aventura hacia Denver. Thomas se unió a la travesia, Franz (ahora sacerdote) y Ana se unieron a nuestro grupo más adelante.

Después de 3 largos días de manejo atravesando la mitad del país, finalmente llegamos a Colorado. ¡El centro de Denver era como la ciudad de la alegría! Multitudes de jóvenes cantaban en las calles en diferentes idiomas, los conductores, casi todos extranjeros tocábamos las bocinas de los carros y nos saludábamos con una sonrisa mientras andabamos perdidos en la ciudad (recuerden que no había GPS en ese tiempo) la atmósfera en la ciudad era como un pedacito del paraíso en la tierra.

No todos tuvieron la oportunidad de asistir a todos los eventos con el Papa, sin embargo, tuvimos la suerte de conseguir entradas para el Mile-High Stadium. Ese evento fue una celebración expectacular. Jóvenes, seminaristas, monjas, sacerdotes y obispos se juntaron todos cantando: “We are one body, the body of Christ and we do not stand alone.” Lo cual quiere decir: Somos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo y no estamos solos.

Nunca me había sentido más unido a la Iglesia universal hasta ese momento de mi vida. Nuestros corazones ardían y la sensación de unidad era increíble. La mayoría de los participantes estaban mojados debido a una tormenta de lluvia que cayó esa tarde, pero eso no detuvo el entusiasmo en la multitud. De repente, la lluvia cesó, salió el sol y junto con elllo apareció en la distancia el helicóptero que transportaba al Papa Juan Pablo II.

El estadio estaba lleno de energía y podías sentir el vigor de nuestra fe en todo su esplendor. El Papa tenía una gran conexión con la juventud. Él fue un pastor que mostraba la presencia real de Jesucristo en su propia vida. Un día después en Cherry Creek State Park, todos nos inspiramos con las palabras del Papa cuando dijo; “No tengan miedo”. Esas palabras de aliento resuenan aun en mi corazón, tanto en aquel entonces dirigiendo el grupo de jóvenes, hasta ahora con el ministerio a las familias. El Papa también nos invitó a compartir siempre las buena nueva del Evangelio y al hacerlo encuentro una alegría y paz muy grande por seguir el plan de Dios.

Es muy interesante que los designios del Señor para mí incluirían mudarme de Miami a Denver y trabajar para la Iglesia Católica. Hace 14 años fui contratado por la Arquidiócesis de Denver para trabajar en la oficina de Comunicaciones. Aprendí mucho trabajando ahí bajo el liderazgo del Arzobispo Charles Chaput (actual Arzobispo de Filadelfia) y el Obispo José Gómez (actual Arzobispo de Los Ángeles). Más adelante, junto con mi esposa Viviana, fundamos “Dios Entre Nosotros”, un ministerio dedicado a servir a las familias hispanas en los Estados Unidos. Actualmente tengo la bendición de trabajar en Augustine Institute en el área de evangeización digital sirviendo a la iglesia católica en todo el mundo.

Denver no es lo mismo después de la Jornada Mundial de la Juventud en 1993. La visita de San Juan Pablo II revitalizó la Iglesia en los Estados Unidos, muchas vocaciones, ministerios e iniciativas fueron inspiradas por la visita del Papa a Denver. Me enorgullece decir que nuestra fe Católica está viva y si bien la Iglesia enfrenta muchos desafíos y tribulaciones, estoy convencido que no estamos solos, el Señor Jesus siempre nos acompaña en nuestro camino hacia la santidad. “We are one body, the body of Christ and we do not stand alone.”