Por Jorge Paredes

Casarse por la iglesia con una edad madura podría ser interpretado a primera vista como un signo de dejar a Dios para el final. Sin embargo no podemos lanzar juicios apresurados frente a una realidad quizás ajena a la nuestra. Cruzándonos en el camino con tantas parejas a través de nuestro ministerio hemos encontrado testimonios hermosos lo cuales nos gusta compartir.

Liderar el programa de preparación matrimonial para hispanos en la Arquidiócesis de Denver, Colorado por más de una década junto con mi esposa Viviana, nos ha permitido conocer muchos novios de avanzada edad y la verdad nunca dudo en interesarme es su historia y preguntarles: ¿Cuál es la razón por las que han decido casarse por iglesia? y vaya testimonios que me han dado, lo cual confirma que Dios llama a sus hijos a caminar junto a Él a través del sacramento del matrimonio en todo momento y por diferentes razones.

En algunos casos es el hombre el que no daba se brazo a torcer y ante la constante insistencia de su esposa finalmente como un remedio para poder “tranquilizar su insistencia” algunos maridos finalmente deciden “darle gusto” a sus futuras esposas. Pero también es lindo escuchar testimonios que son más bien los hijos quienes incentivan a los padres a casarse pues le reclaman: ¿Porqué mientras nosotros nos preparamos para la primera comunión o la confirmación, ustedes no se animan a casarse por la iglesia, de ese modo todos podemos comulgar juntos como familia? ¡Wow! Los hijos siendo los evangelizadores de sus propios padres.

También hay casos mas complejos, como el testimonio que nos compartía María: “Mi primer marido decidió irse de la casa y nunca supe más de él, teníamos ya varios hijos dentro de nuestra unión libre y de la noche a la mañana me tocó ser madre y padre al mismo tiempo, si bien no tenía dinero ni una profesión que me permitiera sacar a mi familia adelante, confié plenamente en el Señor. El amor que tengo por mis hijos me permitió sacar las fuerzas necesarias para salir adelante, nunca les pude dar ningún lujo, pero me alegra verlos hoy ya grandes y realizados”

Me conmovió mucho ver la resiliencia de ésta señora que también nos contaba el respaldo que encontró al conocer a su futuro esposo Miguel, a él se le llenaban los ojos de lágrimas al escuchar a María narrarnos su historia de amor. “Miguel se convirtió en el verdadero padre de mis hijos” contaba María, “No nos casamos en un inicio pese a que él me lo pidió insistentemente pues yo la verdad estaba dolida, pues cuando mi primer marido nos abandonó sin valorar si quiera los hijos que teníamos en común, eso me convirtió en una persona dura de corazón, el abandono te hace desconfiar que el amor es real y que puede durar para toda la vida” Miguel nos comentaba que si bien estaba feliz de compartir la vida en común con María y sus hijos a quienes desde un inicio ama entrañablemente, había un componente que siempre anhelaba: casarse por la iglesia, del mismo modo como lo hicieron sus padres. De algún modo el comprendía que la bendición de Dios era importante para poder participar plenamente de los sacramentos y tenía la certeza que esa era la fórmula para ser plenamente feliz.

Lo que me hizo cambiar de opinión comentaba María fue acercarme más a la iglesia a insistencia de Miguel. “En un principio me sentía incómoda pues tenía la percepción de ser mirada como católica de segunda categoría por no ponerme en la línea de la comunión como la hacían el resto de las familias, pero poco a poco vi que no era así, la comunidad parroquial me hizo sentir acogida. Algunos inmigrantes como nosotros, no tienen familia en los Estados Unidos, pero los amigos de la iglesia se convierten en tu familia extendida. Hace unos meses cuando Miguel nuevamente me propuso casarnos por la iglesia, finalmente le dije que sí y aquí estamos”.

El testimonio de éstos novios me conmovió muchísimo y por eso vale la pena compartirlo pues imagino que hay varias parejas en una situación similar. Invitar a Dios a nuestras vidas, participar de la vida sacramental de la iglesia y ser parte de una comunidad parroquial o movimiento tiene mucho valor. Si conoces a alguien que esté pasando por una situación similar, anímalos a casarse por la iglesia, o compárteles este artículo, pues no hay edad determinada para decirle sí al Señor. No se trata de simplemente abrirle la puerta de nuestro hogar como un invitado más, si no decirle que se quede para recibir todas las gracias que se nos otorgan al invitar a Dios Entre Nosotros.

Si te sientes identificado(a) con ésta historia, o quisieras compartir tu propio testimonio, escríbenos a info@DiosEntreNosotros.com, nos gusta mucho recibir sus mensajes y comentarios.